Las crisis sanitarias suelen coger siempre con la guardia baja a las autoridades cuando estallan en verano. Ha ocurrido con diferentes episodios de legionelosis y de salmonella, y este año ha estado a punto de suceder con el brote de listeriosis. En líneas generales, la actuación de las administraciones sanitarias implicadas ha sido aceptable, como recalcaron colegios de médicos, farmacéuticos y enfermeras. En unos días, lograron identificar el foco originario, rastrear su expansión y acotarlo hasta ponerle freno por completo, proporcionando al mismo tiempo una atención médica encomiable a los enfermos. Sin embargo, no conviene caer en la complacencia. Pese a aminorarse con cierta celeridad los daños epidemiológicos, el balance provisional arroja más de 200 afectados y tres fallecidos con la bacteria. Se trata de cifras suficientemente altas como para limitarse al aplauso. En el aire quedan también algunas preguntas todavía sin respuesta: ¿Son suficientes los controles alimentarios que se practican en España a las empresas productoras de comida? ¿Son suficientemente rápidos los análisis de las muestras obtenidas en los controles rutinarios que practican los ayuntamientos? ¿Permiten los actuales sistemas de trazabilidad rastrear con éxito el destino de los lotes y los productos afectados? ¿Funciona adecuadamente la Agencia de Seguridad Alimentaria con los medios de los que dispone? ¿Debería tener más o menos?

Source: La Razon