Vladimir Gessen: ¿Por qué Trump perdió más que una batalla?

Vladimir Gessen: ¿Por qué Trump perdió más que una batalla?

«El presidente Donald Trump pudo perder una batalla, pero no la guerra como le ocurrió», afirma el psicólogo y analista Vladimir Gessen. «Incluso, debió convertir su pérdida electoral en una victoria. Sin embargo, una serie de errores estratégicos lo llevaron a programar distintas ofensivas y escaramuzas donde le propinaron nuevas y sucesivas derrotas que terminaron por diezmar sus fortalezas. Trump pudo, en primera instancia, aceptar que Joe Biden ganó las elecciones, y proclamarse como un segundo ganador, cantando victoria por su crecimiento hasta alcanzar los 71 millones de ciudadanos que votaron por él. Cantar victoria cuando todavía era previsible ganar los dos senadores de Georgia señalando que, con el control del Senado, podrían impedir que -usando sus palabras- ‘el socialismo se profundizará’, porque desde el Congreso no lo permitirían. Asimismo, debió cantar victoria junto al partido Republicano por el incremento de congresistas en la Casa de Representantes, y por el triunfo de algunos de ellos en circuitos tradicionalmente demócratas. Y, pudo igualmente trazar una línea maestra estratégica señalando que su deber, y el de sus seguidores, era afianzar el poder en las próximas elecciones legislativas y de gobernadores, para luego regresar a la Casa Blanca en 2024…

¿Por qué Donald Trump perdió más que una batalla?

El Psicólogo Vladimir Gessen señala que Trump debió, inmediatamente después de reconocer a Biden, irse a Georgia y seguir en campaña, para pedir el voto para los senadores republicanos, y usar los fondos que ha recaudado para lograr una nueva victoria como propia. Esto se llama ‘retirada estratégica’. Se trataba de no presentar batalla, reagrupar las fuerzas y hacer acopio de recursos para nuevamente tomar la ofensiva. No obstante, Trump no reaccionó como un comandante militar o un líder político. Quizás lo hizo como un capitán de empresas. Pero los escenarios y los parámetros son distintos. Para un empresario el concepto ‘estrategia’ se asemeja al de objetivo. Para militares y políticos ‘estrategia es destruir’ al enemigo y ocupar su posición. No hay estrategia si no existe un enemigo en quien aplicarla. Desde este punto de vista, Trump en situación de pérdida fragua distintos escenarios de confrontación. El primero de ellos provoca una batalla con los adversarios en los tribunales demandando que hubo un fraude. Llama la atención que habiendo denunciado que habría trampa durante la campaña electoral no se hubiese implementado una operación para evitarlo, o al menos para acumular pruebas fehacientes si ocurría. Lo cierto es que el equipo de Trump no pudo demostrar el engaño, y batalla tras batalla las fue perdiendo, en tribunales de los estados en pugna, en tribunales federales y, por último, en el Tribunal Supremo de Justicia.

Una de las claves o elementos de las estrategias es no equivocarse de enemigos y de ubicarlos y definirlos correctamente. En muchos casos, se ataca al enemigo que no lo es, y el verdadero aparece después de que ambos contrincantes están más frágiles.
El equipo legal de Trump demandó, en estados republicanos, a líderes de su propio partido, que eran las autoridades electorales o gobernadores y secretarios de Estado, y los llamó deshonestos y confrontó directamente. Esto fue escalando hasta enfrentar a senadores y dirigentes del partido republicano. Lo cual provocó que ellos salieran a la palestra a defenderse, haciendo uso de otra premisa militar y política: La mejor defensa es el ataque. Y, desmintieron y contraatacaron a Trump.
Es como si el general George Patton se hubiera enfrentado al entonces general británico Sir Bernard Montgomery, o viceversa, por sus diferencias, en lugar de atacar ambos a las fuerzas militares del eje nazi-fascista en la toma de Sicilia.
A la postre Trump llegó a sugerir como desleales a magistrados, a amenazar a gobernadores y otras autoridades republicanas, y a enfrentar al liderazgo más alto republicano, al senador Mitch Mc Connell, líder de la mayoría republicana en el Senado y al vicepresidente Mike Pence.

Desde muy temprano, durante su mandato Trump cometió importantes errores estratégicos. Señalamos algunos: Uno, apartó a los Estados Unidos se sus aliados naturales como lo son los países europeos y su organismo de defensa como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Dos, se acercó a países enemigos o adversarios de los Estados Unidos como Rusia y Corea del Norte. Tres, Coqueteó primero y atacó luego a China sin tener clara una estrategia de cómo manejar las complicadas y difíciles relaciones chino-americanas. Lo cual ha provocado que China y Rusia se entiendan y ganen presencia internacional. Cuatro, poco a poco fue deshaciendo su equipo presidencial que culmina con la renuncia de secretarios de distintas carteras. Cinco, en el tratamiento de la pandemia en lugar de llamar a los ciudadanos a una emergencia, como lo hizo Sir Winston Churchill al recibir su mandato como primer ministro con su célebre: “No tengo nada que ofrecer más que sangre y trabajo, lágrimas y sudor”. Trump prefirió ‘calmar’ al pueblo americano para que no ‘cundiera el pánico’. Quizás reaccionó como un empresario del turismo, dueño de hoteles y campos de golf, que no quiere que sus habituales clientes dejen de viajar. Trump quiso minimizar una de las más terribles pandemias que ha sufrido la humanidad. Seis, Trump le vendió la idea al pueblo americano que Joe Biden era una persona muy limitada y que no sabía hablar, le decía ‘Sleepy Joe’. Ignorando y subestimando, a un lider que durante 47 años ocupó los cargos más relevantes en el Congreso y en la Casa Blanca como vicepresidente durante 8 años. Los ciudadanos por ello pensaron que no superaría los debates con Trump. Nadie recordaba que él había logrado su candidatura demócrata contraponiéndose y debatiendo con los otros candidatos incluyendo a Kamala Harris. Dos mitos se derrumban en la primera confrontación. Biden no es ‘Sleepy Joe’, y Trump no es invencible. Es en este momento que la credibilidad de Trump comienza a erosionarse.

Luego vendría el ignorar y promover que no se usara la tan necesaria mascarilla bucal para minimizar el impacto de los contagios de la Covid-19. Y en un evento en el jardín de la Casa Blanca se contagiaron decenas de asistentes, y aparece en la Casa Blanca la enfermedad. Este hecho lanzó un meta-mensaje a los ciudadanos que les hizo preguntarse: Si Trump no puede mantener su casa sin coronavirus, ¿Cómo va a cuidar a mi familia y mi casa?… Luego, un segundo meta-mensaje: Trump se enfermó e irresponsablemente sale del hospital en lugar de guardar cuarentena y poniendo en riesgo has a su personal de seguridad del servicio secreto.
Mostrarse como un ‘superhumano’ no es lo mas conveniente, por su arrogancia y porque genera resistencia de quienes no tienen los recursos para tomar los medicamentos o tratamientos del señor presidente.

Todas estas batallas antes, durante y después de las elecciones impidieron que Donald Trump hiciera el necesario acopio de fuerzas. Y, luego, derrotado en estas conflagraciones busca otra batalla… En contra de -ni más ni menos- lo más sagrado de los Estados Unidos, del histórico y Soberano Congreso de la República. De alguna manera estimula o ‘laissez faire’ que un ‘ejercito’ de minorías de distintas supremacías y de ideologías extremistas como el nazismo, amen de armadas, vayan al Congreso a protestar. Lo que hacen y se salen de todo control… Culmina en un asalto sangriento. Es la última batalla que dio Trump. Donde perdió la guerra.
Este hecho consumó su histórica derrota. El Soberano Congreso se pronunció con la acusación a Donald Trump como poder político. El poder económico y empresarial rechazó el evento, el poder social reaccionó a favor de la democracia y la libertad. El poder militar, normalmente obediente del comandante en jefe como lo es el presidente, hizo algo que sorprendió a todos: Condenaron el ‘violento asalto’ al Capitolio, calificando la acción como ‘sedición’ e ‘insurrección’ y reafirmaron que, “de acuerdo con la Constitución, confirmado por los Estados y las Cortes, y certificado por el Congreso el presidente-electo Joseph Biden, será nuestro 46th Comandante en Jefe. Será un honor continuar sirviendo a cada ciudadano americano”.

¿Podrá Donald Trump ganar una nueva guerra? Puede ser que lo intente, pero primero tendrá que enfrentar los cargos en el Congreso, y evitar que lo inhabiliten para ser candidato o para ejercer cargos públicos, y superar distintas causas en los tribunales en donde las tiene abiertas. De salir airoso, tendrá que tomar el partido republicano o constituir un nuevo movimiento político. Y, lo más importante, como un aprendiz tomar un curso de estrategia, preferiblemente en una institución militar. Por ahora… He is fire!

Vladimir Gessen
Psicólogo. Analista.
Editor Jefe de informe21.com

Categoria: 

Source: Informe21

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *