La carrera contra la desnutrición infantil avanza a cámara lenta

La carrera contra la desnutrición infantil avanza a cámara lenta

En un mundo que ha visto aumentar el hambre en el último año, la ligera disminución del número de niños con desnutrición crónica hace albergar cierta esperanza en una carrera que no está ni mucho menos ganada.

Las últimas estimaciones de la ONU dan cuenta de un deterioro de la seguridad alimentaria, con 815 millones de personas sin tener asegurada su alimentación en 2016, frente a los 777 millones de un año antes.

De confirmarse la tendencia, el hambre seguiría a nivel global pasos distintos a los que se han dado entre la población infantil, pues el número de menores de cinco años con retrasos en el crecimiento (señal de desnutrición crónica) bajó en ese mismo periodo de 156 a 155 millones, hasta una prevalencia del 22,9 %.

Un signo positivo que, sin embargo, «no refleja la velocidad del descenso en la desnutrición infantil que nos gustaría ver para llegar a los objetivos», apunta a Efe el director de Programas de nutrición del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Víctor Aguayo.

Para 2025, la ONU se ha propuesto reducir a cien millones la cifra de niños que son más pequeños de lo que deberían a su edad y, para 2030, erradicar el hambre en general.

En esa carrera de fondo y con tantos obstáculos para completarla, la desnutrición crónica en los menores (que daña su desarrollo cognitivo) ha ido disminuyendo de forma regular desde hace dos décadas, cayendo casi el 40 % en 25 años, recuerda Aguayo.

Su explicación: la nutrición de madres y niños ha mejorado, así como las condiciones de vida de muchas familias al descender los niveles de pobreza extrema.

El subdirector general de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Kostas Stamoulis, coincide en que, cuando se trata de niños, no solo es importante proporcionarles alimentos adecuados, sino también higiene, atención a las embarazadas y lactantes, servicios de salud y educación de buenas prácticas.

Sobre las diferencias estadísticas, sostiene que la información sobre inseguridad alimentaria general y desnutrición infantil no se ha recogido de modo sincronizado y se necesitan mejores datos para compararlos.

Aguayo agrega que ambos indicadores no tienen por qué coincidir siempre y que en el estado nutricional de los más pequeños influyen la ausencia de infecciones y el acceso a una dieta con los nutrientes necesarios para crecer de manera saludable.

Sin esas dos condiciones se pueden desencadenar catástrofes como la del Yemen, donde hay unos dos millones de niños con desnutrición aguda, vulnerables a los brotes de cólera, que ha dejado más de 2.000 muertos desde abril.

En ese país pobre en guerra, «los niños y las madres no tienen acceso a servicios básicos de salud, las condiciones de higiene son deplorables y los procesos infecciosos, enormes», destaca el responsable.

Según la ONU, el 75 % de los menores con retraso en el crecimiento (122 millones) vive en países afectados por la violencia.

Aguayo indica que los conflictos y desastres naturales tienen un impacto «inmediato» en la nutrición infantil, pero no se olvida de otros lugares más estables que mantienen altos índices de desnutrición crónica infantil (sobre todo en Asia y África), arrastrados por la pobreza y las crisis prolongadas.

El informe de Naciones Unidas también profundiza en otras formas de malnutrición. En 2016, el 7,7 % de los menores de cinco años tenía un peso bajo para su altura (51,7 millones) y el 6 %, sobrepeso (41 millones).

Para el directivo de Unicef, el sobrepeso y la obesidad «no son una elección del niño». «Cada vez van a ser más la desgracia de las clases más desfavorecidas porque en el mundo hay un proceso galopante de desigualdad», dice.

Pronostica que en unos años habrá tantos niños desnutridos como niños con sobrepeso y obesidad. Las dietas sanas serán más caras y los pobres tendrán que conformarse con alimentos baratos con exceso de grasas, sal y azúcar.

Es algo que ya está pasando. En al menos 35 países las tasas de retraso en el crecimiento infantil y la obesidad adulta superan el 10 %. Extremos que conviven y comprometen el futuro de millones de niños.

Belén Delgado/Efe

Source: La Razon

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