Daniel Viana, un joven tatuador amante del fútbol, convivió toda su vida con un dilema. Como transgénero se sentía incómodo dentro de una cancha jugando con mujeres y al mismo tiempo no era aceptado entre hombres.
Ahora, con la pelota en los pies, corre con entusiasmo hacia el arco. Lo rodea un grupo de diez jugadores iguales a él y bajo un sol rajante en Madureira, zona norte de Río de Janeiro, entrenan con un objetivo que excede lo deportivo.
Source: El universo