¿Y si los edulcorantes engordan en lugar de adelgazar?

¿Y si los edulcorantes engordan en lugar de adelgazar?

¿Es usted de los que decidió, hace años, abandonar el azúcar por los edulcorantes en su personal batalla contra los kilos? Si es así, es probable que no quiera leer el siguiente artículo, ya que puede que se descalabre su idea preconcebida de que la sacarina ayuda a adelgazar. Un equipo de investigadores canadienses afirma que los edulcorantes artificiales no sólo no ayudan en esta batalla contra el sobrepeso, sino que puede perjudicar. “Hemos analizado 37 estudios en los que han participado unas 400.000 personas y hemos llegado a la conclusión de que “no existe suficiente evidencia científica sobre sus beneficios a largo plazo. En cambio, sí que tenemos pruebas de que puede ser potencialmente dañina si se se consume durante un largo periodo de tiempo”, afirma a LA RAZÓN la principal autora del estudio Meghan Azad, de la Universidad de Manitoba (Canadá).

Para llegar a esta conclusión, el equipo de Azad ha elaborado estadística relativas a los diferentes estudios publicados, todo ello a partir de la idea previa de que los edulcorantes artificiales pueden modificar la microbiota de nuestro intestino y, por lo tanto, regular de manera diferente nuestro apetito. De acuerdo con este grupo de investigadores, tomar edulcorantes de forma habitual puede llevar a “una miocobiota más propensa a la obesidad”. Otro de los resultados que destacan de su estudio es que el consumo excesivo de edulcorantes puede promover alteraciones en nuestro metabolismo. “Nuestro cuerpo está programado para responder al estímulo del azúcar de una manera específica, y algunas de estas respuestas se activan por la percepción del sabor dulce. Con los edulcorantes artificiales, obtenemos la percepción de la dulzura sin tener ningún azúcar real para metabolizar”, argumenta Azad. Así, “hay alguna evidencia de que el consumo rutinario de edulcorantes artificiales puede confundir y «reprogramar» nuestro metabolismo de una manera que favorece el aumento de peso, alto nivel de azúcar en la sangre y una mayor resistencia a la insulina (precursores de la diabetes tipo 2)”, añade. El tercer punto que consideran importante es que el uso continuado de estos productos afecta directamente a nuestros patrones de alimentación. Así lo explica la autora: “El consumo de edulcorantes artificiales puede promover lo que se denomina «diente dulce» (el anhelo constante de cosas dulces), lo que lleva a un mayor consumo de alimentos altos en calorías. El consumo de edulcorantes bajos/sin calorías también puede dar al consumidor una sensación de «permiso» para comer alimentos de mayor contenido calórico porque «ahorra» en calorías gracias a su bebida light, por ejemplo”.

Esta no es la primera vez que se pone en duda el consumo de estos edulcorantes artificiales. “Llevamos años analizando este tema, pero las autoridades sanitarias tanto de Europa como de Estados Unidos determinaron que son productos seguros. Eso sí, este nuevo dato nos sirve de alerta para insistir en que su consumo debe ser moderado”, explica Jesús Román, presidente del Comité Científico de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación. De acuerdo con este experto, el mensaje de precaución debe ir dirigido a un consumidor concreto: “Hay personas que ingieren cantidades muy altas de bebidas con edulcorantes artificiales. Son ellas las que deben tener más cuidado”. Entonces, ¿si tomo tres cafés diarios con dos pastillitas de sacarina existe riesgo? Ante esta pregunta, Román es rotundo: “No. Tendrías que tomar mil cafés para llegar a las cantidades que consumen las personas que beben muchas bebidas edulcoradas”. El problema, de acuerdo con Román, es que “casi todos los productos que se utilizan para edulcorar los alimentos son compuestos químicos. Un ejemplo es la Stevia, se habla de ella como si fuera un producto completamente natural, pero no lo es, ya que, aunque se extraiga de manera natural, su producción determina utilizar la química. Es importante perderle el miedo. Al fin y al cabo, todos somos química”, insiste. A Román también le parece importante no alarmar con este tipo de estudios porque, “ahora mismo, los alimentos pasan por tantos controles que parecen fármacos”.

Source: La Razon

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