Las lentillas del futuro: cerco a la miopía

Las lentillas del futuro: cerco a la miopía

Se estima que en torno al 7,4% de la población de entre 12 y 65 años usa lentes de contacto, según los últimos datos del Libro Blanco de la Visión en España, o lo que es lo mismo, unos 2,5 millones de personas utilizan este método de compensación visual en nuestro país.

Aunque tradicionalmente se han empleado para paliar trastornos visuales como miopía, hipermetropía y astigmatismo, el campo de acción de las lentillas ha ido creciendo con el tiempo. Y es que hay una nueva generación capaz de dar respuesta a problemas hasta ahora no cubiertos, como es el caso del daltonismo, una anomalía de la vista que provoca dificultad para distinguir ciertos colores y que afecta a unos dos millones de personas en España.

El ojo humano puede detectar simultáneamente tres colores primarios: rojo, verde y azul. El resto se obtienen a través de la mezcla de estos tres. En el caso del daltonismo, uno o más colores primarios no se ven de forma normal. Una solución innovadora a este problema de la salud visual –para el que no había tratamiento– es el uso de filtros con los que se consigue que la persona que padece daltonismo capte distintos matices de colores que anteriormente no veía. Con ello se transformaría el espectro de la luz de forma que genere un estímulo parecido al de la vista normal. Según la casa que fabrica estas lentillas, Corolite, usándolos se puede mejorar la visión de los colores llegando a una corrección eficaz para el 90% de daltónicos.

«Son realmente una solución revolucionaria muy esperada para mejorar la calidad de vida de los afectados. A partir de ahora van a poder reconocer muchos colores y tonalidades que antes les eran irreconocibles», apunta Fabio Delgado, director óptico de Cottet, que los comercializa.

Sin embargo otros expertos, si bien reconocen la importancia del avance, creen que aún tiene que demostrarse su eficacia. «Hay una base científica real y empieza a dar resultados, pero no ha habido suficiente tiempo de estudio», señala César Villa, coordinador de la Vocalía de Lentes de Contacto del Colegio Nacional de Ópticos Optometristas (CNOO), quien, no obstante, reconoce que «hay un porcentaje de personas que responden favorablemente a ellas, lo que es positivo, ya que se abre la posibilidad a resolver el problema para el que no existía solución».

Los cambios en el estilo de vida actual y la llegada de las nuevas tecnologías están generando que las tasas de miopía crezcan a un ritmo alarmante, especialmente entre los más pequeños. A día de hoy, se estima que cerca del 30% de los jóvenes son miopes. Y según estudios epidemiológicos del prestigioso Brien Holden Vision Institute de Australia, la tendencia es que en el año 2050 la mitad de la población mundial lo sea.

Ante esta perspectiva existen tratamientos optométricos que pueden ayudar a prevenir, ralentizar y controlar el crecimiento de la miopía, principalmente, los tratamientos de ortoqueratología. Porque, aunque inicialmente se desarrolló para evitar el uso de las gafas o lentes de contacto, en los últimos tiempos la ventaja que se le ha encontrado es que ralentiza la evolución de la miopía. Hasta el punto de que si «hace 10 años, en Europa más del 70% de las personas que usaba esta técnica eran adultos, ahora la mayoría son niños y adolescentes porque son en los que más progresa la miopía», apunta Villa.

«La ortoqueratología –o lentillas de orto-k– permite, gracias al uso de unas lentes de contacto especiales mientras se duerme y sin necesidad de someterse a una operación de cirugía refractiva, ver bien durante el día. Éstas moldean la córnea de forma controlada corrigiendo temporalmente el problema de visión del usuario ya sea hipermetropía, astigmatismo o miopía», explica Joan Pérez Corral, vicepresidente de la Academia Europea de Ortoqueratología, si bien el mayor uso de este tipo de lentes (en torno al 98%) se hace en esta última.

Es un tratamiento reversible y se necesita llevar puestas las lentes unas 6-7 horas para que hagan su efecto. «Los primeros días la visión no es correcta del todo pero en unos 10 días, de media, se consigue. También hay un tope de dioptrías que se pueden corregir: 4-5» ,apunta Pérez Corral. Sin embargo, no todo el mundo es candidato a hacer orto-k. «Hay que ver si su cornea es adecuada o si soporta las lentillas; si el ojo es muy seco o la pupila muy grande. En esos casos no está recomendado su empleo», continúa el experto.

Recientemente se han desarrollado unas lentes de uso diurno que «copian» lo que hacen las nocturnas pero modificando la óptica de la lente de contacto. «Son blandas, como las que se llevan normalmente, pero tienen un diseño que, por su forma, hace que las imágenes que llegan al ojo no progrese la miopía. La modificación que consigue tiene que ver con el diseño óptico de la lente, pero no moldea la cornea», cuenta Elena García Rubio, optometrista y directora de la clínica INOP.

De reciente aparición (están disponibles en España desde el mes de septiembre), para poder beneficiarse de sus efectos tienen que llevarse puestas al menos cinco horas al día. «No hay una edad mínima para ponérselas pero los cinco años se estima es la óptima porque es a la que se inicia la Primaria», explica García Rubio. Y, tal y como demostraron los resultados del estudio que se presentó en la Conferencia Clínica de la British Contact Lens Association en Liverpool, Reino Unido, así como en un segundo estudio publicado por la Academia Americana de Oftalmología, este tratamiento con lentes de contacto pionero, a nivel mundial, controla en un 59% el crecimiento de la miopía en niños.

Las tecnologías están siendo también responsables de otro problema que está afectando a nuestra salud visual: el llamado síndrome visual informático (SVI), causado por los dispositivos digitales. Y es que el uso de pantallas disminuye el ritmo de parpadeo, reduce la secreción del lagrimal y produce fatiga visual. Para tratar de prevenirlo también se han desarrollado unas lentillas especiales que buscan proteger la visión y ayudar a minimizar los síntomas asociados al SVI.

Fatiga visual

En la actualidad existen dos líneas en desarrollo en este sentido: las lentes que sólo filtran la luz azul y las que mejoran la profundidad de foco. Las primeras se limitarían a filtrar la luz azul que desprenden las pantallas de los dispositivos móviles; las segundas conseguirían reducir el esfuerzo que hace el ojo ante los continuos cambios de enfoque de la pantalla añadiendo a la lente una banda de dioptrías para que, aunque se mire más lejos o más cerca de ésta, se siga viendo bien. «Éstas son más recientes, de hace alrededor de un año; las hay de un tipo y de otro, pero lo ideal es que junten ambas cosas», asegura el coordinador de Lentes de Contacto del CNOO.

Aunque existe cierta polémica sobre su utilidad real, ya que no está claro que sea tan beneficioso el filtrar la luz azul pues regula los ciclos circadianos. «Usar una lente de contacto que elimina la luz azul es controvertido y la ciencia no se ha decantado sobre si es bueno o malo», asegura Villa. De forma parecida opina Pérez Corral, quien entiende que «a día de hoy hay mucha parte comercial en su uso» y cuestiona «que los filtros de luz amarillo sean realmente útiles».

Como Biosensores

Y la cosa no se queda ahí. En un futuro cercano oiremos más aplicaciones que no tengan que ver con usos visuales, y sí para monitorizar determinadas constantes que permitan medir variables de la evolución de algunas enfermedades. Tal es el caso de una lentilla, en fase de desarrollo, para medir los niveles de glucosa. «Estamos todavía realizando pruebas y trabajando en el diseño y creación de prototipos con Verily. Aún no hay una fecha para su comercialización pero todo el proyecto sigue avanzando al ritmo esperado», aseguran desde Alcon, la compañía farmacéutica que, junto con Verily, está trabajando en ella. Esta lente «inteligente» ayudaría a los diabéticos a medir sus niveles de glucosa en la sangre, lo que podría suponer el adiós a los molestos pinchazos. Además, otro prototipo prevé medir la presión intraocular, fundamental en el glaucoma, lo que permitirá al oftalmólogo tener una información vital sobre la patología. Un último enfoque es poder utilizarlas como reservorio de medicamentos. «La idea es que sean lentes de un material especial que se impregne de fármacos que se vayan liberando poco a poco en el ojo y tenga un efecto mayor», concluye Villa.

Source: La Razon

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