El peaje del cáncer

El peaje del cáncer

El cáncer no solo produce sufrimiento en quién lo padece, también supone un coste adicional al que no todos los pacientes y sus familias pueden hacer frente, y que viene derivado de copagos farmacéuticos, medicamentos y cremas no financiados, ayuda psicológica y merma de ingresos.

Un gasto que la Asociación Española Contra el Cáncer (Aecc) estima desde 100 euros al mes de media en un cáncer de mama hasta 300 euros en un tumor gástrico.

La presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac), Begoña Barragán, admite, en declaraciones a Efe, que es difícil cuantificar el coste exacto, pero «solamente en farmacia muchos pacientes nos dicen que se dejan cien euros al mes».

Si se contemplan «gastos médicos puros y duros», al no estar considerada una enfermedad crónica, hay medicinas por las que hay que abonar el copago correspondiente, pero además «es muy habitual que un paciente oncológico tenga que tomar gran cantidad de medicamentos» que no están financiados, señala Barragán.

Antidiarreicos, laxantes, protectores gástricos, fármacos para combatir la mucositis (llagas en la boca consecuencia de la quimioterapia y radioterapia) o lágrima artificial frente a la sequedad ocular son algunos productos farmacéuticos que deben utilizar los pacientes y que están fuera de la financiación.

Protectores solares, así como cremas para la sequedad extrema de la piel y frente a las quemaduras de la radioterapia que, aunque, como dice Begoña Barragán, no son fármacos, «se necesitan para tener calidad de vida» y, además, muchas veces su utilización se prolonga más allá de la finalización de los tratamientos. «En algunas ocasiones y, dependiendo del tipo de cáncer, durante años».

La coordinadora de trabajo social de la AECC, Raquel del Castillo, ha puesto el acento, en declaraciones a Efe, en el gasto que suponen los traslados para recibir los tratamientos y acudir a las citas médicas y a las pruebas diagnósticas.

Existe un servicio de transporte sanitario no urgente, pero las condiciones son muy específicas. «No se trata de que te recogen en casa y te llevan al hospital y viceversa». Normalmente, la ambulancia hace un recorrido largo por diferentes pueblos y hasta que el último paciente no termina el tratamiento no inicia la vuelta.

«Muchas veces es incompatible con las situaciones y las necesidades de los pacientes», lo que motiva que en las mayoría de los casos los traslados los cubra el enfermo, ha señalado Del Castillo.

Generalmente, un tratamiento de radioterapia se prolonga cinco semanas en citas diarias, mientras que la media de sesiones de quimioterapia son seis, a lo que hay que añadir las pruebas diagnósticas, los análisis y las visitas al oncólogo.

Tampoco las pelucas están cubiertas y los precios oscilan entre 250 y más de 1.000 euros, si son de pelo natural, un tema que, como asegura Barragán, «aunque pueda parecer estético, no lo es».

Existe una cartera de material ortoprotésico que financia las prótesis de silicona externas para una masectomía radical cuando no hay una reconstrucción de pecho, pero no en su totalidad. Lo mismo ocurre con los manguitos para linfedemas (inflamación que se produce al extirpar los ganglios de las axilas que generalmente aparece en el brazo o la mano).

En el primer caso se cubre en torno al 80 % del coste de la prótesis, lo que puede suponer unos 50 euros de gasto para el paciente; en el segundo, el sistema sanitario financia aproximadamente 170 euros de los 250 que cuestan, ha explicado la representante de la AECC.

Tampoco la sanidad pública se hace cargo de sillas de ruedas, camas articuladas, colchones antiescaras o adaptadores de baño que son necesarios cuando la enfermedad está ya en fase avanzada.

En cualquier caso, el paciente tiene que adelantar el dinero y, a veces, puede haber una demora de hasta año y medio en el reembolso.

La enfermedad supone también una reducción de ingresos. A partir del segundo día de baja se percibe el 75 % del salario, una pérdida de sueldo que las empresas pueden compensar si quieren, aunque no es una práctica muy generalizada, asegura la representante de la Aecc.

Cuando el diagnóstico avanza, en muchas ocasiones, los familiares no pueden compatibilizar su trabajo con el cuidado del paciente, por lo que deben reducirse la jornada o dejar de trabajar, apunta Del Castillo.

«Para mucha gente es un verdadero calvario hacer frente a todos estos gastos extras», advierte la presidenta de Gepac. EFE

Source: La Razon

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