«El efecto de la comparación con los demás genera un estrés enorme»

«El efecto de la comparación con los demás genera un estrés enorme»

– Todos buscamos el estado de bienestar en general. Hoy en día hay muchas tendencias sobre vivir mejor y de forma más sana. Desde su libro «Empieza por los zapatos» (Plataforma Editorial), aborda esta materia de una forma diferente. Una excusa para poner orden en nuestra vida desde un detalle a todo lo demás, ¿cierto?

-No puedo estar más de acuerdo en que así es. Es una forma de empezar a tener consciencia de todo lo que somos, en muchos casos desde algo tan importante, a veces, como es la forma en que vestimos nuestros pies y, de ahí, a todo lo demás, cómo nos vestimos y relacionamos con el mundo.

-¿Cómo surge este planteamiento que viene a poner un poco de orden y tranquilidad en las vidas tan estresantes que llevamos?

-Estamos todos en un viaje de vuelta y en un camino hacia el interior. Mi trabajo consiste en hacer fácil lo que a veces parece difícil, así ha sido desde el principio tratando de buscar respuestas y claves para que a las mujeres les resultara sencillo entenderse con su propio estilo y de esa manera poder conectar con su propia felicidad. Creo en el estilo como en una historia de conexión con uno mismo y una manera de conectarnos tanto por dentro como por fuera con nuestro mundo y al final los «zapatos», como bien decías al principio, en este libro son una metáfora, un símbolo, de nosotros y nuestro propio estilo, nuestra vida. Creo que a veces resulta importante analizar las cosas de la forma más fácil y sencilla posible, porque muchas veces es la más transformadora. Los zapatos son uno de los grandes consejos de estilo por los que se comienza, pero además contiene un gran simbolismo de conciencia y de equilibrio a la hora de definir y vivir con un estilo propio que conecta con uno mismo.

-En este sentido, esa conexión con uno mismo es saber quién se es y no dejarse llevar por las modas y las tendencias, más allá de la superficialidad de lo que nos ponemos encima sino en la forma en que tenemos que ser y actuar. ¿Entiendo que a través de cada «armario propio» esto resulta posible?

-Esto es el quid de todo. Yo creo que al final vestirse es un acto muy cotidiano, un ritual diario, al que nos enfrentamos todos los seres humanos, y no podemos evitarlo. Pero el estilo, en realidad, es una visión mucho más amplia. Es una acto, de reafirmación de nuestra personalidad, de quienes queremos ser, pero de forma muy natural. El hecho de tener que buscar cada uno el suyo propio, a parte de ser algo divertido, ya que lo concebimos como un tipo de juego, muy alegre, es un acto de autoafirmación del ser. Se supone que en algún momento uno se ha atrevido a ser diferente, a hacer algo distinto y eso da paso a algo que llena la vida de alegría y satisfacción.

-Todo eso va unido al equilibrio de la psique de cada uno, que ha de elegir entre ser esclavo de lo que le rodea o tener esa reflexión interior y encontrarse a uno mismo y apostar por ello. ¿En qué medida lo hace?

-Una de las primeras lecciones de «estilo» va en esa dirección de ir desde dentro hacia afuera, de sacar uno mismo su esencia, cuando uno está a solas consigo mismo. Aunque también pueda darse lo contrario, y sea desde el exterior de donde llegue el influjo, cuando nos ponemos en contacto con el mundo que nos rodea. Y esto es un círculo en el que siempre se vuelve a uno mismo y casi de manera inconsciente, porque no nos damos cuenta del proceso que tiene lugar todos los días. Simplemente con el hecho de vestirse y hacerlo con conciencia de elección y de estar presente en ese acto uno está teniendo esa conversación. Es tener consciencia plena de lo que sucede o va a hacer ese día, y cada jornada es diferente porque nos enfrentamos a situaciones distintas y el hecho de prepararnos para ello también exige elegir un vestuario que es el que nos aporta la seguridad y la confianza para afrontarlas.

-Descubrirse uno mismo es un acto valiente. En el mundo en que vivimos somos cautivos de lo que «tendríamos que ser», de cumplir ideales y cánones. Aquí lo abordas a través del tema de las tallas y la esclavitud que supone tener unas y no otras. En las mujeres, ¿significa un gran desafío?

-Totalmente. De hecho, creo que la mejor de las tendencias es ser uno mismo. Pienso que en la era de la influencia, que es en la que estamos ahora mismo, la verdadera revolución es la de mirada. Lo que tenemos que prepararnos es aprender a mirar las cosas de una manera nueva y sobre todo hacerlo desde dentro, autoafirmarnos y querernos de una forma más realista y con más optimismo y positividad: porque ser como somos está perfecto. El problema de nuestra era es que se nos ha inculcado el efecto de la comparación con los demás, que es constante, y eso genera un estrés enorme, porque nos cuestiona uno mismo. Cuando en realidad cada uno es único e incomparable. Y esto supone atreverse a decir: esto es lo que yo veo, lo que yo quiero… Sin entrar en una tendencia o un canon marcado.

-¿Cómo se consigue?

-Al final, hay que romper con todo ello, hay que reeducarnos nosotros mismos, y pensar en una belleza posible, pero no perfecta.

-Entonces, ¿debemos pensar que de los defectos se pueden extraer virtudes?

-Claro. Cuando abrazamos la diferencia, la nuestra propia la primera, y la de los demás, después, el concepto de lo que está bien o está mal, en el sentido de la imagen, se relativiza. Cada uno tiene unas circunstancias y asumes que la belleza es imperfecta y por eso es maravillosa, con sus luces y sombras que la hacen más humana y real. Abrazar la diferencia nos hace olvidarnos de que todo ha de normalizarse u homogeneizarse para ser igual y ello no es nada inspirador ni para uno mismo ni los que nos rodean.

Source: La Razon

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