Detox tecnológico: El 40% de las personas sufre algún tipo de «tech-adicción»

Detox tecnológico: El 40% de las personas sufre algún tipo de «tech-adicción»

Cuatro de cada diez personas que nos rodean tienen una adicción seria a la tecnología. ¿Cómo? Sí, una gran parte de la población no concibe pasar un día alejado de un dispositivo móvil y lo que ello significa: información en internet, comunicación a través de chats, redes sociales, videojuegos on-line… En concreto, un estudio de la OCU alerta de que el 25% de los españoles es adicto al móvil; ocho de cada diez usan estos dispositivos de manera continua, entre 2,5 y 4 horas diarias; lo primero y lo último que hace cada día el 51% de la población es mirar su «smartphone» y hasta un 14% reconoce que lo consulta mientras conduce –recoge un trabajo de investigación y encuesta poblacional de Rastreator.com–. Cifras como éstas ofrecen la verdadera dimensión de un problema propio del siglo XXI: el «estrés tecnológico».

«Son mucho más fáciles de ocultar que las adicciones a sustancias», lo que las hace más peligrosas, aunque «resultan muy similares entre sí», ya que activan las mismas regiones cerebrales y «se alimentan en parte de las mismas necesidades humanas básicas», explica el profesor de Psicología y Marketing de la Universidad de Nueva York (EE UU), Adam Alter. Según el experto en adicciones Miguel Perelló, psicólogo clínico del Centro de Aplicaciones Psicológicas y Terapia de Conducta de Valencia, la accesibilidad, la rapidez de conexión, las experiencias que plantea, el escape temporal de las tensiones que ofrece o el estatus social que simbolizan, configuran a las nuevas tecnologías como «la droga más adictiva». Entre los hallazgos de la literatura médico-científica, los publicados en «Frontiers in Psychology» sugieren que la adicción a los teléfonos inteligentes podría ser hipersocial, no antisocial. «Hay mucho pánico en torno a este tema», apunta el profesor Samuel Veissière, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad McGill (Canadá). «Tratamos de ofrecer evidencias y demostrar que nuestro deseo de interacción humana es adictivo; y existen soluciones bastante simples para lidiar con esto».

El uso compulsivo, la ansiedad que produce no consultar el dispositivo con frecuencia; la «nomofobia», o miedo a salir de casa sin el móvil; el «fomo», o temor a quedarse fuera de un grupo o excluirse por no saber algo; y el «phubbing», que consiste en aislarse de las personas del entorno prestando más atención al móvil, son algunas de las señales que pueden constituir un factor de riesgo para caer en un problema de adicción.

Adam Alter es autor de «Irresistible. ¿Quién nos ha convertido en yonquis tecnológicos?» (Paidós), un ensayo que analiza el auge de estas adicciones «del comportamiento». «Creo que sabemos que consagramos mucho tiempo a los dispositivos tecnológicos, pero no terminamos de darnos cuenta de todo lo que llegamos a usarlos, ni lo difícil que resulta acortar esa duración», comenta Alter. Perelló insiste en que hay que distinguir entre los que utilizan las nuevas tecnologías para acceder a una dependencia como el sexo, de los «adictos puros a las nuevas tecnologías», una relación patológica enmarcada en el grupo de las «no tóxicas» y que supone estar enganchados a «juegos, visita a webs y especialmente a Youtube o redes sociales». La tecnología «intrusiva» también ha complicado las esferas de las compras, el trabajo y la pornografía.

Problemas

Queda claro que el uso excesivo de dispositivos inteligentes genera problemas, y las mujeres y los jóvenes son especialmente susceptibles, según una nueva investigación de la Universidad Estatal de Binghamton en Nueva York (EE UU). «Los móviles se han convertido en una herramienta que proporciona una satisfacción breve, rápida e inmediata, que es muy activa», explica Isaac Vaghefi, profesor asistente de Sistemas de Información de Gestión en la universidad estadounidense. En el proceso fisiológico, «las neuronas son despedidas y la dopamina se libera, y con el tiempo esto nos hace adquirir un deseo de retroalimentación rápida y satisfacción inmediata. Este mecanismo ha contribuido a desarrollar períodos de atención más cortos y ser propensos al aburrimiento».

Perelló asegura que las adicciones a los dispositivos móviles se caracterizan «por comportamientos compulsivos» y por «la ansiedad que produce si no se tiene acceso a ellos» e incluso en algunos casos los adictos «se vuelven irritables y con estallidos de ira y de violencia». Para estos pacientes, Perelló propone terapias más estrictas «de desconexión total o acceso limitado y muy controlado» aunque, en general, sugiere «tener el móvil metido en un cajón y sólo mirarlo por la mañana, a mediodía y por la noche, como tomar una pastilla».

«Un uso sano vendrá siempre determinado por las características y la situación de cada persona. La ‘‘regla de oro’’ es conseguir que la utilización no interfiera con otras actividades sociales, profesionales o con nuestra salud. Cada persona debe decidir qué áreas de su vida son importantes y definir actividades y períodos de tiempo “libres de móvil” para garantizar una implicación completa en las mismas», explica Daniel Peña Molino, doctor en Psicología y Ciencias de la Conducta y experto en adicciones a las nuevas tecnologías en el Centro Álava Reyes en Madrid.

Para aquellos que, sin llegar a la adicción, deban gestionar el uso de las tecnologías en el trabajo, los especialistas recomiendan «hacer descansos e incluso, apagar el móvil cuando concluye la jornada laboral». En este caso, los «smart-phones» se convierten en una oficina personal de la que resulta difícil desconectar, y desemboca en el denominado «estrés tecnológico»: tensión, nervios y sensación de agobio.

Vacaciones

Alejarse de la rutina puede convertirse en la excusa perfecta para hacer ese tan necesario «detox tecnológico». «Las vacaciones son una desconexión de aquellas obligaciones, responsabilidades y hábitos diarios y están para desconectar, incluidas las nuevas tecnologías», apunta el especialista valenciano, que recomienda que al ir a la playa o al monte «se deje el móvil y la tableta en casa». En este sentido, el psicólogo del Centro Álava Reyes explica que en el proceso para «desintoxicarse» hay que incluir varios aspectos: «En primer lugar, resulta importante una evaluación personal precisa tanto de la forma en que se usa el móvil, como de las características personales que pueden hacernos más vulnerables desde un punto de vista psicológico. Con esta información debe construirse un plan orientado al autocontrol, que incluirá siempre la identificación de posibles desencadenantes del uso disfuncional del móvil, una serie de “reglas” sobre momentos y actividades en las que el dispositivo estará prohibido y, por último, estrategias de gestión emocional y atencional alternativas. En ciertos casos en los que el patrón está muy consolidado o existen otras problemáticas concurrentes, resulta fundamental la ayuda profesional», detalla Peña Molino.

No superar esta «desconexión» estival, debe servir de alarma para que la persona-usuario se considere paciente y acuda a un especialista en busca de una solución terapéutica estudiada y personalizada. «En el caso del móvil, el uso abusivo puede generar problemas emocionales, estrés, patologías del sueño o acentuar otros problemas que existían previamente como el aislamiento social u otras adicciones», concluye Peña Molino.

Source: La Razon

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